martes, 10 de septiembre de 2013

OLÍMPICOS DE ANDAR POR CASA

¡Vaya vuelta al cole, queridos amigos! Ahora que uno se iba haciendo ilusiones con respecto al inicio del nuevo curso (ya saben, aquello de las expectativas, ser positivo y todas esas chorradas que nos recomiendan los gurús del bienestar para superar el síndrome postvacacional), resulta que nada más empezar ¡zas! Ya nos la han calzado en toa la boca. Sí, amigos, me estoy refiriendo a ello: una vez más nos quedamos con las ganas de ser sede de los Juegos Olímpicos.
Sería muy fácil hacer un discurso ahora de tinte derrotista, e incluso de tinte oportunista, así que intentaré no hacer ninguno de los dos. Pero claro ¡comprenderán que no puedo dejar escapar la oportunidad de hacer leña del árbol caído, que llega el invierno y hay que estar preparado!
Vaya por delante que yo estaba dividido con respecto a esto de las olimpiadas: por una parte (la más grande, tengo que reconocerlo…) tenía la ilusión, como madrileño, y como español, de ser parte de la historia y de sentir de cerca un evento de tal magnitud; pero por otra (o lo que es lo mismo, la conciencia) soy de los que piensa que, ante la que está cayendo, bien se podría gastar todo ese dinero en ayudar a los que más lo necesitan, que cada vez son más en este país. Es decir, que si estamos en crisis, y en ella se escudan para justificar los datos del paro (vamos, no jodan, que 31 parados menos son motivo de alegría, pero calderilla al lado de ese dato aterrador del 27%), los recortes en educación, en sanidad, en seguridad, etc, etc, digo yo que también lo estaremos para gastarnos un pastizal en juegos ¿no? (Aunque ya se sabe: esto es España, y aquí nos va más una fiesta que cualquier otra cosa… Así que ¡¿qué coño?! ¡¡Montémosla!!).
Pero claro, si somos españoles para decidir montar el jolgorio, también lo somos para prepararlo, y ahí es donde los japoneses nos pusieron el trasero como su bandera (con central nuclear y todo). ¿Qué esperábamos? ¡Nuestra única oportunidad pasaba por nacionalizar a la delegación del COI cuando visitaron Madrid después de hacerles probar el vino y la sangría, y hasta eso lo hicimos mal! (Claro que, sabiendo que quien manda va a café con leche, pues mal asunto). Si me permiten, intentaré analizar las que yo personalmente considero las causas de nuestra debacle. A saber…
Para empezar el logo… ese logo… ¿¡¡Pero dónde cojones íbamos con ese logo?!! ¡¡Si parece la colección de chanclas del chino (antes chiringuito; cosas de la globalización) de la playa!! ¡¡Hasta en el escaparate del Zara las presentan mejor!! ¿De verdad alguien piensa que molaba? ¡¡Si hasta Cobi parece bonito a su lado!! (Y anda que no le dimos cera al pseudoperro egipcio aquel…). Pero vamos a ver: ¿de quién fue la idea? Seguro que al listo de turno (que, eso sí, habrá cobrado lo que varios de nosotros juntos en un año) se le pasó por la cabeza esta idea tan patria de “¿Que los japoneses y los turcos…? ¡¡Pues yo más!!” Y a fe que lo consiguió, porque los otros eran feos, pero el nuestro es un desafío al intelecto… ¡Ah! ¡Calla! Que me estoy equivocando: que el tío dijo “¿qué hay más español que los toros y olé..? ¿Que la paella, la tortilla y la bota de vino? Vamos a ver… piensa… hay que ser creativo…. Y moderno… Y además internacional… Ummm… Veranito, playa, fiestuki, Almodóvar… a ver, a ver… que casi lo tengo… ¡¡ya está!! ¡¡Unas chanclas!! Símbolo de la fiesta en la playita, le gustan a todos los guiris… ¡y además se las pueden llevar de recuerdo para ponérselas con los calcetines! ¡Si es que soy un fiera!” Lo dicho, que va a resultar que yo no soy muy patriota, o no entiendo de marketing…
En segundo lugar, nos plantamos allí para venderles un proyecto que presume de austero, y con un presupuesto racional (Mariano dixit), frente a dos candidatas que precisamente presumen de lo contrario: grandes fastos, tecnología a go-go, villas olímpicas de lujo… Vamos, que como dice alguno por internet, les presentamos el proyecto de los “Juegos del Hambre”… ¡¡con una delegación que supera en número a las otras dos juntas!! O lo que es lo mismo, los “Juegos del Hambre” vistos por los “300”… ¡¡Eso es predicar con el ejemplo!! (Con el ejemplo de lo que es la idiosincrasia española, claro. Por supuesto, a costa de las arcas públicas).
En tercer lugar… sí, ya llega el turno… a ver cómo lo digo de manera diplomática… Señoras y señores, ante todos ustedes… ¡Ana Botella! ¡Nuestra alcaldesa no electa! ¡La que ningún madrileño quería como representante! ¡La que mejor representa la faceta del gobierno de esa cosa tan typical nuestra como el enchufismo! Que digo yo, por decir algo, que ya que enviamos a los 300… ¿no había nadie que supiera hablar mejor? Es más: ¿no había nadie que supiera disimular y comportarse? ¡Coño, que somos españoles! ¡Que en lo de fingir sí que somos campeones! Y es que su intervención (la hablada y la no hablada) fue para mear y no echar gota… Nótese que antes no he dicho hablar “inglés”, sino hablar, en general, porque ni con el castellano, oigan. Dejando a un lado el hecho de que dio un discurso en… (ese idioma que les debe venir de familia…) que será trending topic hasta en Japón (curiosamente), lo que más me irritó fue ese tonillo… ¿cómo definirlo? No lo sé la verdad. Lo que sí sé es que me recordaba a una maruja de las de toda la vida interpretando un papel en la obra de teatro del centro cultural. Y estoy seguro de que también se lo pareció a la gran mayoría de los que nos tenían que votar… fuese cual fuese su lengua materna. Me juego unas cañas a que el papel de la intervención estaba escrito con los fonemas y signos básicos de modulación, y no con las palabras que esta señora tenía que decir. Es que ese tonillo… era algo así como cuando le gritas y gesticulas a un guiri porque piensas que no te entiende, y en realidad ni está sordo ni es gilipollas… No sé si me explico… En fin, que dejando a un lado su dominio de la lengua, hay que fijarse también en otros detalles… Porque vamos a ver… ¿¿¡¡Frankly??!! ¡¿Argués?! ¿¿¡¡“a relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”??!! ¡¿Pero qué café con leche ni qué leches fritas?! Madrileños del mundo: ¿a qué se va a la Plaza Mayor? Exactamente: ¡¡a tomar bocatas de calamares y unas cervezas!! Lo que demuestra que esta mujer ni es de Madrid, ni ha salido nunca por la Plaza Mayor… ¡Ah! Que no le gustan los calamares… ¡Pues entonces tómese un chocolate en San Ginés! ¡Que eso sí que es típico y sienta bien! ¡Si es que todo hay que cascarlo! (Amigos, ahora que no me oye, me temo que si fue la encargada de enseñarles a los del COI el typical madrileñis ya saben dónde está el origen de la eliminación en la primera ronda. Además empiezo a pensar que el logochancla salió de su entorno…). Si a esto le añadimos el resto de su actuación, apaga y vámonos… Porque el ridículo con los auriculares de la traducción simultánea (sí, Doña Ana, que no eran para oír la radio) sólo se puede entender en casos de oligofrenia protocolaria exacerbada… ¿Que preguntan por el paro? Pues les decimos que tenemos unas instalaciones muy bonitas (y es que tiene huevos: hasta sin querer nuestros regentes son capaces de responder a la manera tradicional de la política nacional, que, como la tortilla –ya que hablamos de huevos-, viene a ser como despedirse a la francesa pero con más papo). ¡Oye! ¡Haber preguntado en cristiano, infieles! ¡La culpa es vuestra! A todo esto, luego viene Marianico y lo arregla: “tenemos el 80% de las instalaciones construidas, y el resto están plenamente garantizadas por el Gobierno”… Hombre, haberte callado… que de puertas para fuera el gobierno español tiene menos crédito que Bárcenas en el cajero de Soto del Real…
En fin, que así muy lejos no podíamos llegar. Fíjense cómo fue la cosa que estoy convencido de que el apagón que sufrieron durante la presentación no fue obra ni de la tormenta, ni de los japoneses… ni siquiera de los franceses conspirando para tener vía libre a los juegos de 2024. ¡La señal la cortaron desde Televisión Española, para poder mantener el suspense hasta el final!
¿Y ahora qué? Pues como dice mi cuñada, a pagar la factura y a otra cosa mariposa. Y yo estoy de acuerdo con ella (menos en lo de pagar, aunque me temo que no depende de mí). Quizás ha llegado la hora de ser olímpicos de una vez. O-Límpicos, quiero decir. O lo que es lo mismo, la hora de jugar limpio con los ciudadanos, los que pagan e intentan vivir en una ciudad que les ahoga por unas deudas que no les corresponden y que nunca quisieron contraer. El Ferplei, que diría nuestra alcaldesa (no electa, claro)… si realmente quisiera defender los valores del olimpismo.
Así que ya saben: si quieren aspirar a tener unos juegos olímpicos en su ciudad, busquen un logo decente, y dénle a la botella… ¡pero fuerte, para que se calle! 

viernes, 26 de julio de 2013

ECONOMÍA SUMERGIDA

Un año más, llegan las ansiadas vacaciones a nuestras vidas. ¡Por fin! Y un año más, nos hemos pasado los días e incluso meses previos cavilando acerca de nuestro posible destino estival (sí, ya se sabe: no serán auténticas vacaciones si no nos las tomamos incluso de nuestro propio entorno físico, por si acaso nos da una sobredosis de rutina).
De este modo, los más afortunados se irán lejos, muy lejos, donde las vacaciones alcanzan también al idioma o al uso de la moneda común (que ya nos tiene un poco hartos, la verdad), y los que tienen el cinturón más apretado lo harán a la casa del pueblo, o en su defecto al pueblo de alguien (que no todo el mundo tiene pueblo para evadirse, pero ¿quién no cuenta con ese amigo en cuya casa cabe siempre alguien más? –¡y bendito amigo, todo hay que decirlo!).
El caso es que este año es algo especial: con la tasa de paro más alta de nuestra historia (sí, que no les engañen, que la reciente bajada en las listas no responde a la creación real de empleo ni a las fabulosas reformas de nuestros cuarenta ladrones, sino que es la misma que se produce cada temporada alta con los chiringuitos y demás lugares de esparcimiento playero, y vuelve a su sitio con la caída de la hoja –la del árbol, que la de ruta ya se cayó hace mucho tiempo y aún siguen buscándola-. Bares, ¡qué lugares!, que decían Gabinete Caligari…), los impuestos y recibos subiendo al ritmo del termómetro en pleno corazón de Écija, los precios adecuándose al fresquito de Noruega, y los sueldos (los que quedan, claro) agachándose hasta dejar el culo bien en pompa, la economía doméstica ha quedado como para ir a buscar a Curro al Caribe… al bar Caribe, quiero decir, el de la esquina, el de toda la vida, que es lo más parecido a un paisaje paradisíaco que van a ver muchos en estos días.
Visto así, no parece que vaya a ser un período muy halagüeño para nuestro querido sector hostelero, a no ser que esto se llene de guiris despistados que no se hayan pispado de las noticias de los últimos dos años…  Y visto así, tampoco debería haber mucho problema para encontrar plazas libres a estas alturas en hoteles, aviones, y demás lugares con butacas y camas que puedan asociarse a viajes y descanso.
¡Mi sorpresa llega cuando te das cuenta de que no queda ni una! ¡Pero ni ahora ni hasta octubre! ¡Oh, Dios mío! ¡Que es verdad que están invadiendo España! ¡Llegan los Francos, los Sajones, los Normandos, los Hunos, los Doses y los Treses a aprovecharse del pinchazo de la burbuja inmobiliaria o, en su defecto, a copar todas las ofertas hoteleras! (Los Vándalos no, que ya viven aquí desde hace tiempo…).
Y es que tiene huevos la cosa: si vas a la playa, tienes que pelear arduamente tu metro cuadrado de arena para que no te lo conquiste otro poniendo su sombrilla, esa especie de estandarte moderno y veraniego cuya finalidad máxima es no dejar ver el mar al vecino,  alrededor del cual florece una pequeña ciudad de paravientos, neveras, bolsos, sillas, mesas e incluso toldos (vamos, que Juego de Tronos es cosa de niños comparado con esto… ¡qué tiempos aquellos en los que uno bajaba única y alegremente con su toalla al cuello!); si vas al hotel, tienes que pelear en el buffet libre para conseguir un mísero plato caliente de salchichas con patatas (o eso, o te conformas con las sobras, que al final se convierten en una opción más saludable… no tanto por su contenido alimenticio, sino más bien por aquello de evitarse el stress, que es lo que aconseja el médico); ¡coño, es que incluso si vas al spa tienes que pelear duro por hacerte fuerte en el jacuzzi, no vaya a ser que te toque sentarte justo por donde salen las burbujitas! (lo sé, alguno pelea por hacerse fuerte justo en ese punto, pero esa es otra historia…).
Entonces no es que tenga huevos la cosa. ¡Lo que tiene son huevos de oro! ¿Dónde guarda la gente la gallina? Porque con la que está cayendo, no puedo sino quedarme perplejo ante semejante demostración de poderío. Si al final algunos van a tener razón: siempre llego tarde a las mejores… Es por ello que empiezo a sospechar que en realidad nuestra economía no está tan mal, lo que pasa es que lo disimulamos muy bien. Va a resultar que la doble contabilidad no es sólo un asunto de Pepe y Bárcenas, sino de toda la clase media que habita la península. Sí, la media, porque la alta no necesita disimular –últimamente lo intentan durante el invierno, ¡pero el verano es el verano!-, y la baja, que con las reformas es cada vez más abundante, no puede ni intentarlo (que digo yo, que estas reformas seguimos sin saber para qué son, porque si no sólo no generan empleo sino que lo destruyen, si no sirven para frenar la caída económica del país, si no sirven para mejorar el estado de bienestar… ¡entonces son más molestas que las reformas del cuarto de baño! –que, al menos, sí valen para algo-).
Es ahora cuando entiendo el concepto de Economía Sumergida, y cuando llego a la conclusión de que los eruditos no saben emplearlo. No correctamente. ¿Qué es? ¿En qué consiste? ¿Serán las actividades económicas que no están declaradas, piratas, que están en B, o como quieran ustedes llamarlas? ¡¡No!! ¡Es la que las familias guardan para ir a sumergirse! ¡Está claro! Algunos dicen que en España no se ha montado la marimorena (todavía) debido a que hay mucha economía sumergida, y yo creo que no les falta razón. Porque piensen ustedes que de golpe y porrazo nos dejan sin la playa y sus castillos (los de sombrilla, bolsas, sillas y demás miembros de la corte, que los de arena pasaron a la historia casi como los de piedra), sin chiringuitos (que además generan empleo, no lo olviden), sin solazo y sin buffet libre. ¡Sería la hecatombe! Y entonces sí que quemaríamos la Moncloa, Génova y lo que se pusiera en nuestro camino. ¡Así somos los españoles! ¡Pa cojones, los nuestros!
El otro día leía una viñeta de Malagón en la que decía: “Este año decidimos veranear en una playa nudista. Total, el gobierno ya nos ha dejado en pelotas…” ¡Joder, qué buena! ¡No puedo estar más de acuerdo! Y es que, incluso en pelotas, deberíamos poder encontrar siempre la manera de huir, aunque sólo sean unos pocos días, de todo este sistema que no hace más que enriquecer a unos pocos a costa del sufrimiento de otros muchos; de unos políticos corruptos que nos toman por idiotas mientras se toman sus mojitos en sus yates de lujo (eso sí, invitados por nosotros, que no está la cosa como para despilfarrar); de una casta de empresarios que, a base de sobornos, han hecho de la mentira y la estafa su forma de vida… y de la nuestra, aunque por motivos diferentes; de toda esta vorágine que cada vez nos deja menos tiempo para disfrutar de lo verdaderamente importante, de nuestras familias y de nosotros mismos, para convertirnos en meras piezas de ajedrez enajenadas que puedan manejar a su antojo.

Así que ¿saben qué? ¡Que viva la Economía Sumergida! Que si hay que buscarla con una máscara y un tubo de snorkel, uno se remanga y bucea hasta encontrarla. Pero ni de coña me quedo de pasmarote en la orilla (mira por dónde, al final va a resultar que mi título de buceo va a servir para algo más que para ver peces…). Y dicho esto, si salen estos días háganme caso y dejen el teléfono en casa, no vaya a ser que les llame el jefe; y dejen el ordenador también, no vaya a ser que tengan la tentación de trabajar. ¡Pero eso sí, no se olviden de la espada, que les será verdaderamente útil! ¡Felices Vacaciones y Feliz Inmersión! (Por cierto, ha vuelto a subir la luz…).

sábado, 6 de julio de 2013

¿CRISIS O ENRIQUECES? (O EL ARTE DE TENERNOS A DOS VELAS)


Amigos, sube la luz. Amigos, sube la luz. Amigos, sube la luz. No, no es que me haya quedado dormido cortando y pegando la frase. Simplemente tenía curiosidad por ver cómo suena, o al menos cómo se lee, el resumen energético del último año y medio. Y es que sí: el recibo de la luz ha subido por tercera vez en este tiempo… y uno ya no sabe cómo hacerle frente a semejante atropello. Ojo, que si nos vamos al dato de los últimos cinco años el asunto canta por bulerías: ¡un 60% ha sido el aumento de la tarifa! ¡Y aún nos dicen que pagamos poco!
El caso es que yo, que debo ser tacaño, llevo tiempo notando que algo no funciona por aquí. Quizás son las pilas, que se están agotando, aunque es mejor no decírselo al señor ministro, no vaya a ser que se dé cuenta y les aplique el mismo impuesto por ser cacharro eléctrico, que no es plan.
Tal vez ese sea el problema del metro, por ejemplo, que como no va a pilas (como los coches nuevos), ni a gasofa (como los de toda la vida), tiene que tirar de Iberdrola. Viene a ser algo así como el Ibertren pero a lo bestia, ¡y claro, eso es un filón! Pero no se equivoquen: un filón para los políticos, gobierno u oposición, que tienen participación en los consejos de dirección de todas las compañías, desde Iberdrola hasta Endesa, pasando por Unión Fenosa, Gas Natural, etc, etc. Y tal vez por eso los que lo cogemos, que somos la mayoría de los mortales que mantenemos Madrid en pie, empezamos a estar hasta los huevos…
Hasta los huevos de sus “averías en el servicio”, de sus paradas de regulación, de sus suspensiones temporales (temporales de año y medio, claro, que como los que mandan no viajan en él no tienen ni idea de lo que supone), de su frecuencia de paso, de soportar publicidad hasta en el nombre de las estaciones (¡coño! ¡Que ahora Sol se llama Vodafone, cuando no tuvieron los cojones de ponerle a Pirámides el nombre de Vicente Calderón al tiempo que Lima pasó a llamarse Santiago Bernabéu!)… Es más, del propio nombre de las estaciones (porque vamos a ver, ¿quién es el iluminado que las bautiza? ¿El mismo que bautizó pueblos como Villaviciosa, Cortos de la Sierra, Guarros, Alcantarilla o La Mojonera?). ¿Acaso pago yo para que no me tengan en cuenta? Y eso no es ser tacaño, es sentido común.
Pero lo que peor me sienta de todo esto del Metro es lo que está ocurriendo últimamente: desde que sacaron el cartel aquel de “Más por menos” (sí, aquel en el que se olvidaron sin querer queriendo los salarios mínimos profesionales en una tercera columna), y que era claramente un aviso de sus intenciones. Para el que se haya olvidado, lo resumo (ojo, a fecha de 2011, que es cuando salió):
-          MADRID: Precio billete sencillo, 1’50/ Salario mínimo, 641’1 euros/ Tasa de paro, 22’8%
-          PARÍS: 1’70 / 1170 Euros / 9’8%
-          ESTOCOLMO: 2’20 / 1690 Euros / 7’4%
-          BERLÍN: 2’30 / 1262 Euros / 5’5%
¡No tienen cara ni nada! A mí la ecuación no me termina de salir, y el billete me parece el más caro con varios cuerpos de ventaja sobre el del resto de países. Y si no, cojan papel y lápiz y juzguen ustedes…  Pero no es esto a lo que me refiero, sino al servicio que están prestando después del último tarifazo. Verán, como sube la luz (para solaz esparcimiento económico de nuestros honrados regentes), y el Metro funciona como el Ibertren, pues habrá que subir el precio para hacer frente a la misma. Y como sube el impuesto sobre los transportes públicos, pues habrá que volver a subir el precio del billete. Y como suben los combustibles, pues les diremos a los ciudadanos que se rasquen un poco más el bolsillo. Y como así todavía el Metro nos sale deficitario (¡dicen! ¡dicen!), pues recortamos el servicio y nos quedamos tan tranquilos. Total, si no se va a notar… ¡Ole, ole y ole! No quiero ahondar en detalles, pero con el nuevo precio se ha disminuido la frecuencia de paso entre un 14% y un 50%, según el horario en el que nos movamos, de forma que lo de pillar el Metro en hora punta comienza a asemejarse al concurso aquel de “Qué apostamos”… O al mito del metro de Tokyo y la figura del “empujador”… ¡Vamos, que a este paso todavía generan nuevos puestos de trabajo y los justifican por nuestro bien!
Qué quieren que les diga: cuando uno paga el 100% más de lo que pagaba en el año 2000 (literalmente, el precio de mi abono se ha duplicado en este periodo), y le ofrecen un 50% menos de servicio, empieza a desarrollar cierto sentimiento hostil (a desarrollar, porque existir ya existía, claro) hacia la chusma política en general, patronales y demás cuadrilla de ladrones ciertamente interesante. ¡Un momento! ¿El Metro no hemos quedado en que funciona con la luz? Entonces… ¡¿qué tienen que ver los combustibles?! ¡¡Ouch!! ¡¡Nos la han vuelto a meter por detrás!! (la subida, la subida, que nadie se alarme…).
Resumiendo, que aquí sube la luz y por su culpa sube hasta el pan. De hecho, sube la luz y sube todo menos los sueldos, que bajan entre considerable y totalmente, y el servicio ofertado en compensación por la subida de precios. Decía Galdós que el dinero lo ganan todos aquellos que, con paciencia y fina observación, van detrás de los que lo pierden. ¡Anda que no! Miren que dudo que nuestros políticos sepan quién era Galdós; al menos eso se desprende de su aprecio por la cultura (perdón, el ocio, que le han cambiado el nombre). Pero yo, que sí sé quién era, le nombraba ahora mismo ministro de economía, a ver si arreglaba un poco todo este desaguisado popular. Y digo popular no sólo por la casta de jetas corruptos que nos gobiernan (¡dicen! ¡Dicen también!), sino porque este es un claro ejemplo de cómo unos se forran a costa de nuestra crisis; una crisis que sólo nos afecta a nosotros, a los ciudadanos de a pie, a los que trabajamos (si nos dejan, claro) para que todo funcione y ellos puedan vivir mejor que nunca. Una crisis que está sirviendo para que ellos, con paciencia y fina observación, vayan recaudando lo que nosotros perdemos gracias a sus reformas, a sus impuestos, y a sus leyes, que en ningún caso benefician a la gente honrada y humilde.
En clave publicitaria, que es lo que se lleva ahora, pregunto ¿Y tú de quién eres? ¿Crisis o enriqueces? Porque aquí ya sólo hay dos bandos: los que ganan y los que pierden. Y mientras ellos estén en los consejos de dirección de compañías energéticas, de empresas de sanidad, de bancos y entidades financieras… y por supuesto, de la política, nos podemos dar por jodidos (léase en cualquiera de sus acepciones, aunque duela). Es decir, que hoy sube la luz, pero mañana cualquier otra cosa (menos el sueldo, recuerden).
Que estos cabrones tenían intención de tenernos a dos velas, ya se veía venir. ¡Lo que no tenía yo tan claro hasta ahora era que iba a ser de forma literal! ¡A dos velas, sí, pero de las de cera, que es la única manera de poder ahorrar en la factura de la luz! Lo triste es que no estoy exagerando, señores, y ya hay muchas familias que están recurriendo a nuestras amigas las  abejas (¡que, para colmo, se están extinguiendo! Seguro que es un plan meticulosamente trazado desde el congreso…) para poder ir sobreviviendo. Y yo digo: si no tenemos coraje para reventar el sistema y echar a toda esta chusma, al menos podríamos pensar en atarles a las vías del Metro ¿no? Con la frecuencia de paso que tiene, al menos tendrían tiempo para pensar que algún día intentaron pasarse de listos, y enriquecerse a costa de nuestra crisis...

miércoles, 12 de junio de 2013

SUJETO Y PREDICADO

Amigos, soy un pecador. Sí, soy un pecador. Al menos es la conclusión a la que llego después de comprobar cómo mi vida se ha ido llenando en los últimos meses de otros pecadores (¡o no, que nunca se sabe, y no quiero ser yo quien los destape!) empeñados en recordármelo.
Y es que son todo señales: por ejemplo, yo no suelo escuchar la radio, porque ni hay música decente ni me gusta que me den disgustos (válgame la redundancia), pero para esos momentos de debilidad tengo sintonizada Rock FM en mi coche. Pues bien, resulta que cuando la enciendo ¡me sale Radio María! Que el primer día decía yo que claro, como Rock Fm es de la Cope, igual les pillé en la hora del Ángelus (oye, que los curas pueden hacer con su radio lo que quieran), pero después empecé a sospechar algo raro cuando rock, lo que se dice rock, tampoco sonaba…
Hay más: el otro día en el intercambiador se me acerca un tipo así, como no quiere la cosa… “Me querrá preguntar algo”, pensaba yo mientras Iron Maiden me deleitaban con su Seventh son of a Seventh son, así que me quité los cascos y con mi mejor sonrisa le digo “¿perdón?”… - “Que si crees en Dios”… (silencio… miradas cruzadas… silencio… levanto una ceja… me pongo uno de los cascos…) –“¡Vamos a ir todos al infierno! ¡Este país corrupto está condenado!” me espeta el tío… (me pongo el otro casco… “Seven deadly sins, seven ways to win, seven holy paths to hell, and your trip begins…”). ¿Por qué me mira todo el mundo como si fuera yo el que grita como un poseso? ¿Acaso tengo cara de asesino? (Porque entonces va a resultar que muchos me mienten, que me dicen que tengo cara de niño bueno…) ¿O de haberle agredido salvajemente? ¡Que yo no he hecho nada, oigan! ¡Que ha sido él el que me ha abordado cual vampiro sobre su presa, y ni le he levantado la mano! Que yo ya sé que este país está corrupto, huele muy mal y todas esas cosas. Y si vamos a ir al infierno al menos hagámoslo sonrientes y con tranquilidad, no se me agolpen, que yo llevo preparándome para ello muchos años escuchando heavy metal (al menos es lo que me quieren hacer creer, aunque yo sigo sin encontrarle la relación…), y espero tener ya puntos suficientes para hacer el viaje en primera clase (que en turista se me puede hacer eterno… y no es plan).
Tampoco me libro en el metro, que se está convirtiendo en una especie de galería de santones de lo más variado. Sí, es como la galería del terror del museo de cera, pero con más luz, que nunca viene mal en los tiempos que corren y no te puedes fiar de nadie…  Sin ir más lejos, ya he visto a varios que, micrófono en ristre, se plantan en los pasillos de las estaciones a cantar sus alabanzas, lo pecadores que eran y cómo Dios les salvó de una vida miserable. ¡Pues olé sus cojones! Que a los músicos hay que respetarles siempre, y a lo mejor están preparándose para el casting de La Voz, Factor X, Tienes Talento… ¡O Radio María! (¡que la Cope es la Cope!) Aunque tal vez deberían dedicar sus esfuerzos a hacer algo más productivo, que no está el horno para bollos. Al menos no dan la paliza; están ahí, a lo suyo, y aunque te echan a perder los mejores segundos del solo de guitarra que vas escuchando, tú también, a lo tuyo, no pasa a mayores (si no te intentan vender el disco que han grabado de manera chunga, chunguísima, en su casa con un ordenador cutre, claro… ). Mira que está mal el mundo de la música en esta ciudad…
Pero el que se lleva la palma es… ¡Hugo Chávez! ¡Sí, amigos! ¡Hugo Chávez se ha reencarnado en un tipo que predica en el metro a las 7:30 de la mañana! Pero además el Hugo Chávez más cáustico, el de “¡Aquí huela a asuffrreeee!” Verán, que cada uno puede hacer lo que quiera, pero por Dios (¡nunca mejor dicho!) ¿¡no puede hacerlo a media mañana, cuando ya estamos todos despiertos y desayunados!? ¿¡De verdad hace falta que me griten en la oreja a esas horas!? Cuando yo pensaba que era de los que madruga demasiado para ir a currar, resulta que otros lo hacen para ir a martirizar a los que van a currar… como una especie de castigadores divinos o algo así (sí, no me estoy refiriendo a los piquetes de los sindicatos, que también tienen lo suyo…). ¡Es que el tío no predica, impone! “¡Amigo, porque yo te voy a decir qué es lo mejor que tú vas a tener hoy! ¡Porque no es el trabajo! ¡No es el dinero! ¡¡No!!” Y esa voz… ¡Además reparte pasquines! (Cualquier día probaré con el infalible “¿¡Por qué no te callas!?”, ya que estamos…).
Y cuando creo que ya me he librado de todo este abuso sobre mi persona, un tipo me da un papel sobre no sé qué chamán que tiene los espíritus más rápidos… Me descojono… ¡Sólo me faltaba ir a verle para que me visite el Espíritu Santo en persona y me castigue por politeísta! Mejor lo tiro a la papelera…  o no, porque cuando miro encima leo un cartel: “Lectura e interpretación en grupo de la Biblia” ¡¡Pero qué coj,,,!! ¡¡Noooooooo!!
Vale, lo asumo, soy un pecador. ¡Pero soy un pecador amable que lo único que pretende es llegar a mi trabajo escuchando mi música en mis auriculares sin darle la brasa al que se me ponga al lado! ¡No es para tanto!
Por ello es ahora cuando recuerdo a mis profesores de lengua, cuando intentaban explicarme lo del sujeto y el predicado. Yo pensaba que era una forma muy rara de llamar a las partes de una oración, pero ahora le encuentro el sentido a todo: una oración se compone de sujeto (en este caso yo) y predicado (que es lo que cuentan los predicadores, de ahí su nombre). ¡Lo que se olvidaban de decir es que era a la fuerza! Ay, esa doble lectura…
Y digo yo: ¿tanto le cuesta a todos estos predicadores respetar la libertad de cada uno? ¿Acaso no puedo pensar yo algo diferente? ¿Ser diferente? ¿Creer en algo diferente? ¿Entender mis creencias de un modo diferente? Porque miren que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, y alguno está empezando a mear en mi tiesto. Eso, los leones, los tigres y los osos no lo perdonan jamás, y mi instinto animal está empezando a aflorar, así que tengan cuidado. ¿Acaso les doy yo la paliza a horas intempestivas para que se abonen al Atleti? ¡Porque eso también es una religión, y si no, pruébenlo! Al menos, peor que con la Iglesia no lo van a pasar…
En resumen, parece que a todos estos que tan buenos son, y tanto tienen que decir, se les olvida uno de los principios fundamentales de una democracia y de una convivencia: el respeto. Y el respeto incluye la libertad de pensamiento, y el no invadir la intimidad y el espacio vital de los demás. Señores, hay que dejar vivir; que cada uno lo haga a su manera, siempre y cuando respete al vecino de al lado. Y si cumple este requisito, a lo que dedique su tiempo libre es cosa suya, y de nadie más.
Yo no soy un santo, ni lo quiero ser, pero como sujeto ya me pueden sujetar bien, porque a este paso muy poco me queda para empezar, como los curas, a repartir ostias (¡Andanadas de hostias! Que decía Pazos; que el conceto es el conceto…). Pero de las que no están consagradas, que duelen más. Y si por ello voy al Infierno, espero encontrarme allí con todos los que piensan lo mismo que yo. Igual hace calor, pero lo pasaremos bien (¡Total, al fin y al cabo, es como pasar el verano en Benidorm!).

(Al tío Coco, In memoriam. ¡Buen viaje!)

miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS? (EN SUIZA, POR FAVOR)

¡Qué bien se vive en España! Cada día que pasa uno se da cuenta de que, el que no vive bien, es porque no quiere. Y lo digo de verdad. Lo que pasa es que, como en el cole, uno tiene que escoger bien la opción que quiere estudiar antes de llegar a la madurez, porque luego ya es tarde para rectificar. Como diría nuestra diputada Escudero… ¡me remito a las estadísticas! (Sí, mejor utilizar la frase en este contexto, porque como la dejemos donde estaba al final me cabreo, y no es plan, que se me calienta la boca…).
Ahora resulta que el famoso dicho de “¡Tonto el último!” se ha convertido en el santo y seña de un país que, cada día más, se está convirtiendo en el programa de variedades favorito de los espectadores europeos. Y es que lo que no ocurra aquí, no ocurre en ningún lado (¡y digo en ninguno, cuidado!). La única diferencia con la España de hace medio año es que, mira por dónde, como los de abajo ya somos tontos perennes por llegar siempre los últimos, han empezado a jugar entre los de arriba para ver si encontraban algo de diversión nueva, y ya vamos conociendo a los ganadores (es decir, los listos, claro).
Por un lado, tenemos a todos los miembros del gobierno (sí, los que siguen gobernando) involucrados en los célebres papeles de Bárcenas, ese díscolo tesorero que cobra en diferido: financiación irregular (o ¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Traducido: ilegal) del partido, malversación de fondos públicos, sobresueldos millonarios, donativos particulares, concesiones inmobiliarias, extraperlo, blanqueo de dinero… Sí, les han pillado. Qué mala pata. Pues nada, al trullo y elecciones anticipadas… ¿Elecciones anticipadas? ¿Cárcel? ¿Condenas? ¿Dimisiones? Naaaaaa, ¡¡que esto es España!! ¡A mí qué me cuentas! (Vale, cuenta, pero en Suiza, que si Hacienda se entera…).
Ni la Casa Real se libra, aunque haya donado su “Fortuna” para una subasta pública y una limpieza de cara (dura, se entiende). Si es que ya se lo decían al rey: ¡no te fíes de nadie que no sea de sangre azul, que al final te la lían! Y anda que no: Corinna con las trompas (las de verdad, las de los elefantes; que de otras trompas ya habrá tiempo de hablar), Urdangarín con Noos (con su empresa sin ánimo de lucro, quiero decir; la de Elloos)… tanto que la infanta tonta ha pasado a ser la lista, y la lista la… bueno, la mediática, porque después de la bajada de pantalones de los jueces (metafórica, no me malentiendan, que aunque estemos en crisis aún hay algo de dignidad), cualquiera se atrevería a decir lo contrario… Entonces, ¿condenas? ¿Imputados? ¿Cárcel? ¡Noooooooos! ¡¡que esto es España!! ¡A mí qué me cuentas! (bueno, cuenta, pero en Qatar, que allí no me conoce nadie. Y en Suiza ¡qué coño! Ya que estamos…).
¡Ah, ni la Iglesia! Que ya lo decía Jorge Manrique: “De la muerte nadie escapa… ni el rey, ni el rico, ni el Papa”, aunque más que la muerte en este caso es la suerte, con s de sigilo… el mismo con el que se han agenciado, en el último catastro, más de 4000 propiedades a precio de ganga. ¡¡Bueno, que se han comprado la Mezquita de Córdoba por treinta pavos, y se han quedado como Dios!! (perdón, no quería blasfemar; me ha podido la emoción). ¡¡Qué diablos!! ¡¡Que con esa hipoteca yo tendría el doble de metros cuadrados que de letra total, y en vez de eso tengo treinta años de penitencia, saetas incluidas!! (A todo esto… ¿la Mezquita no es –era- mía, al igual que del resto de españoles? Vamos, que como es –era- Patrimonio Nacional…). ¿Entonces pedimos cárcel o Infierno? Que yo de cosas de la Santa Sede sólo sé que el que manda es Papapaco y que tienen bulas a go-go (aunque debe ser lo segundo, porque en Madrid ya se ofertan plazas para exorcista de distrito, por si acaso). En cualquier caso una condenita a barrotes o fuego ¿no? ¡Naaaaaa! ¡Que esto es la Iglesia! ¡¡Y de España!! ¡A mí qué me cuentas! (bueno, cuenta, pero en el Vaticano, que allí no llega el fisco). Con la Iglesia hemos topado, Sancho…
¿Lo ven? ¡Qué bien se vive en España! Por eso les digo que hay que saber escoger adecuadamente, que con la nueva reforma de Educación ya hasta para ser ladrón se exige tener un título. Un título exclusivo de enseñanza privada, y con cierto punto romántico en su concepto, no lo vamos a negar (años treinta, un pobre chaval de los suburbios… un hombre rico, poderoso, que le acoge para que trabaje para él a cambio de enseñarle a ser alguien de provecho…). Un título que con la nueva reforma ha adquirido además mayor categoría, y del guante blanco se ha pasado al traje de Armani, que vende mucho mejor y aporta elegancia y reconocimiento público (ya se sabe, el marketing, que lo controla todo). Y sin embargo tiene algo que no me termina de convencer, fíjense. Me da que algo ahí no huele bien, y no alcanzo a saber qué es…
Pero entonces ¿quién pierde? Pues me temo que otra vez los mismos, que volvemos a llegar los últimos por incomparecencia. Es decir, que somos tontos de remate, porque mientras ellos juegan son siempre los más listos, y se van riendo de nosotros, que no jugamos, pero tampoco hacemos nada. Nada porque somos tontos, que tanto nos agachamos que se nos ve el culo (¡Chsst! ¡cuidado con los curas, que últimamente…!). Por eso mismo quizás, y sólo quizás, va llegando la hora de que pasemos a otra cosa…

martes, 7 de mayo de 2013

AGRICULTURA (O LA CULTURA QUE "IVA" PARA NO VOLVER)

“España es cultura”. Así reza el lema del portal web que el Ministerio de Cultura de este nuestro amado país (por el clima, la comida y la geografía, claro, que yo soy un patriota) ha creado para difundir la cultura y obra de nuestros artistas. O al menos eso dicen los que se hacen eco de la noticia, porque yo todavía ando con la mosca detrás de la oreja.

Y es que en realidad el portal se llama www.españaescultura.es, es decir, que lo de “España es cultura” no deja de ser una interpretación. Yo, visto lo visto, creo que lo que pone, de verdad de la buena, es “España escultura”. Y ahora que me convenzan de lo contrario. “España escultura”. ¡Qué bien suena! Bueno, sonar no suena, y menos con la que está cayendo… y ahora que lo pienso tampoco soy capaz de imaginarme la pinta que tiene la talla, pero ¡qué bien… lo que sea! ¡Si es español, tiene carácter! ¿O no?

¿Que por qué creo que lo que pone es “España escultura”? Pues por eliminación, ¡y no me ha hecho falta ni el comodín del 50%! Porque, sinceramente, creo que en este país la otra interpretación es, simple y llanamente, improbable (que no imposible, aunque fuera en otros tiempos). España tuvo (y tiene) cultura de la de El Gaitero (famosa en el mundo entero, ya saben –si es que hasta para la publicidad tenemos arte-), y a pesar de los continuos atropellos que nuestros gobernantes han ido cometiendo, ha logrado subsistir aunque fuera en el underground, en el infierno. Y como de Orfeos, afortunadamente, vamos sobrados, somos muchos los que seguimos bajando a encontrar a nuestra Eurídice. La diferencia está en que Orfeo sólo tuvo que bajar una vez, y en España nos están mal acostumbrando a frecuentar el subsuelo con la frecuencia con la que uno llega a casa para poder disfrutar de un remanso de paz. Y eso ya huele a chamuscado.

Es entonces cuando me acuerdo del término que mi buen amigo Carlos emplea para definir eso que tenemos en España: Agricultura. Así, como suena, aunque no se está refiriendo a la noble actividad de cultivar la tierra (de la que paradójicamente se ha vivido aquí durante mucho tiempo, mientras el resto de Europa se iba desarrollando). ¿O sí? Porque en realidad, si lo pensamos bien, aquí lo que se lleva y se fomenta desde hace mucho tiempo es la cultura del tomate, ese que se atraganta de sobremesa, se repite hasta por la noche y se reproduce en todas las cadenas de televisión. Agricultura, o cultura de lo agrio. Total, si ya hasta en los supermercados es todo de invernadero…

¿Y de quién es la culpa? Lo fácil sería echársela a los comensales, que ya se tragan cualquier cosa, pero lo cierto es que es de los que manejan el mercado, de los terratenientes, que se empeñan en hacer inaccesible el consumo de manjares que cabrían en cualquier gourmet del planeta. Estamos ante el éxodo de la cultura; una cultura que IVA para no volver, al menos hasta que cambien nuestros gestores.

Y digo esto porque, al mismo tiempo que lanzan www.españaescultura.es, deciden ponérselo “fácil” a los mismos artistas a los que dicen que están promocionando… y a todos los demás, suprimiendo lo único que nos acercaba al resto de países civilizados: el tipo de IVA reducido. No, no, no es que lo hayan quitado para no gravar las actividades culturales y facilitar su consumo a los mortales, sino que lo han suprimido para aplicar la tasa de los artículos de lujo, que para chorradas estamos. Aquí es donde mi amigo vuelve a tener razón: volvemos a la época de la agricultura mientras los demás crecen.

Veamos, comparando nuestro IVA reducido con el de los demás “socios” del cotarro, encontramos: Portugal, 13%; Rusia, 0%; Suiza, 2%; Luxemburgo, 3%; Holanda, Suecia y Bélgica, 6%; Noruega y Turquía, 9%; Finlandia, 9%; Grecia e Irlanda (¡países rescatados!), 9%; Francia, entre el 2,5 y 5,5%... España, 21% (y del salario medio ni hablamos…).

Pero es que claro, cuando tenemos una crisis de ingresos como la que tenemos, dar absoluta prioridad a la cultura habría mucha gente que tampoco lo entendería. Que conste que no lo digo yo (incluyendo los errores sintácticos), así que por favor no me hagan destinatario de sus tomates (otra vez la agricultura…). El ilustrado no es otro que nuestro ministro de educación y otros menesteres, el señor Wert, el mismo que subió sin tapujos el impuesto sobre los cuadernos escolares porque nadie puede decir si un cuaderno lo usa un niño de 6º de primaria o un arquitecto que tiene su estudio. No tendrá hijos, o no serán arquitectos (lo cierto es que no me extrañaría ninguna de las dos cosas, que lo de la burbuja inmobiliaria está muy mal visto hoy en día). Aunque les digo una cosa: igual es problema de cultura dentro del propio partido, porque cuando todos aplauden mientras el portavoz de la cueva de los ladrones (perdón, de Hacienda quería decir) advierte que hay que distinguir entre productos culturales y entretenimiento, me hace pensar que a todos ellos les convalidaron las clases sin dar un palo al agua (¡Coño! ¡Igual por eso están tan empeñados en recortar recursos educativos! Total, no hacen falta tantos profesores ¿no? Y si recortamos en cultura hay menos que enseñar…). Bueno, no seamos tan malos: igual el susodicho se ha caído De Guindos en un mal día (y otra vez entramos en el terreno de la Agricultura…).

Entonces ¿qué es cultura, y qué entretenimiento? ¿Acaso tienen que estar reñidos? Porque yo voy (IVA) al cine para entretenerme, voy (IVA) a museos para entretenerme, voy (IVA) a conciertos para entretenerme, voy (IVA) al teatro para entretenerme, voy (IVA) a espectáculos de danza para entretenerme… Claro que igual Meliès, Hitchcock, Buñuel, Picasso, Dalí, Gargallo, Beethoven, Judas Priest, los Beatles, Lope de Vega, Cervantes, Shakespeare, Calderón de la Barca o Nureyev, entre tantos otros, aspiraron demasiado alto pensando que lo que hacían era arte, cuando en realidad eran simples bufones. Que no, que no os enteráis: que hay que distinguir… ¡pero por si acaso, les “multan” a todos! ¡Que a ellos no se la dan con queso! Y parece que funciona, porque sólo en el último año ha descendido el número de espectadores en la nada despreciable cifra de 1,8 millones… ¡Así nos centramos en trabajar, que para eso nos pagan! (Ah, no, que de eso también hay que recortar…)

Dice la Constitución española (art. 44.1) que los poderes públicos deben promover y tutelar el acceso a la cultura al que todos tienen derecho. Pero hoy por hoy los menores siguen sin poder entrar a los conciertos, los soportes de música siguen tributando como artículos de lujo, los grandes museos han visto reducido su presupuesto hasta niveles de centros culturales de distrito, los teatros del gobierno no IVAn mientras los privados agonizan… ¿Será que la constitución es sólo para “todos” los que tienen derechos (es decir, para “los demás”)?

Tal vez deban plantearse su concepto de cultura, que lo que están promoviendo y tutelando no son actividades para formar a la sociedad de una manera constructiva. Tal vez, y sólo tal vez, piensan que como somos gilipollas nos vamos a conformar con simple entretenimiento, con los productos de consumo rápido que nos lanzan desde la televisión, con esos tomates transgénicos que nos intentan vender al precio de frescos (y dale con la Agricultura). Que si como Orfeo tengo que bajar al mismo infierno, pues bajo, pero no para ir al huerto, oiga. 

“España escultura”… “España inmóvil”…  “España no se mueve”… ¡Ah! ¡Creo que ahora lo entiendo! Pero para su conocimiento: cultura no es lo mismo que entretenimiento, ni estar jodido es lo mismo que estar jodiendo (ya lo dijo Cela, que algo de cultura aún me queda). ¡Carlos, qué razón tienes!

miércoles, 1 de mayo de 2013

POLÍTICAMENTE INCORRECTO


¡Qué tiempos aquellos en los que los rockeros éramos “políticamente incorrectos”!
Lo cierto es que tiene algo de gracia el asunto. El asunto, sí, porque el tiempo sigue avanzando al mismo ritmo que antes, y que yo sepa aún no han aprendido a manipularlo. Y gracia, sí, porque uno prefiere pensarlo como algo simpático (aunque en realidad no nos riamos ninguno) y llevarlo con pacifismo, que pasar directamente al modo americano, el de armas y masacre de por medio (que, ojo, igual sería lo más apropiado).
Y es que hablo de España; un país cuyo concepto de lo “políticamente incorrecto” era sinónimo de represión, de escarnio público y abusos privados (no vaya a ser que…); un país en el que lo “diferente” se pasaba por el tamiz de la “ley de vagos y maleantes” (no vaya a ser que…); un país en el que el rock era una amenaza para el bienestar social y, ya de paso, “pecado mortal” (no vaya a ser que…); un país en el que “rockero” era sinónimo de delincuente y drogadicto, y por lo tanto muy mala compañía para las hijas de los señores (no fuera a ser que…); un país repleto de patriotas y buenos cristianos (de los de antes, de los que rezaban y se vestían con la ropa de los domingos para ir a misa. Lo aclaro, no vaya a ser que…).
Resulta que cuarenta años después (¡Ah! ¿Pensaban que me refería a los años de la postguerra? ¡No, no! ¡Perdón si les llevé al error!), en esta misma España han pasado un montón de cosas: terminó la dictadura, llegó la transición, llegó la democracia, llegó el aperturismo, llegó la OTAN (¡bases fuera!), llegó la tecnología… muchas cosas, oigan, llegaron muchas cosas. Incluso llegó la “movida” (la de verdad, claro, la que realmente movió algo, porque de la que hablan ahora en los telediarios ni se tenían noticias entonces ni se tienen ahora -más allá del papel cuché-). La “movida” de los “políticamente incorrectos”, la de los “vagos y maleantes”, la censurada, la que apoyó un cambio político, la de los “rojos”… que luego fue traicionada por los “rojos” cuando consiguieron “su” poder (“su”, sí, porque tanto fue “su”, que nunca fue de “sus” ciudadanos; sí, “su” España en estado puro, no vaya a ser que…).
Entonces ocurrió, fíjense, que los “políticamente incorrectos” siguieron siendo “políticamente incorrectos”, y como en la canción, la vida siguió igual. Tiene su gracia (aunque no me ría).
Y es verdad que desde el año del Naranjito han pasado muchas cosas, pero desde arriba ninguna nueva: rojos, azules, rojos, azules, rojos, azules… tigres, leones, tigres, leones, tigres, leones… que decía Torrebruno. ¿Y nosotros? Nosotros, directamente, no jugamos. Lo que aún no sé es si no jugamos porque no queremos, o porque no nos dejan; que aquí nos gusta hacer mucho ruido, pero a la hora de la verdad, tenemos pocas nueces (que no cojones, no vaya a ser que…).
Y es que hablo de España; un país en el que hoy lo “políticamente incorrecto” ya no es ser rockero a la vieja usanza, sino salir a la calle a reclamar la soberanía del pueblo, de los ciudadanos, ante los abusos del poder (no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es defender nuestros derechos por encima de cualquier cosa (no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es no dejarse atropellar por los que tienen ansia de poder y de dinero, aunque sea a costa de la vida de otros (sí, de la vida, pero mejor callarse, no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es no querer que le tomen a uno por primo (por tonto, quiero decir, que los otros primos saben mucho… pero calla, no vaya a ser que…); un país en el que lo que mola es ser “diferente”, porque lo “diferente” se exhibe sin pudor en el zoo de la televisión a hora de máxima audiencia (eso sí, con cuidado del horario infantil, no vaya a ser que…); un país en el que lo que mola es ser “rockero”, pero eso sí, de Zara y H&M (no vaya a ser que…); un país repleto de ciudadanos decentes y buenos cristianos (de los de ahora, de los que dan con el mazo y se visten de blanco los domingos para rogar al Espíritu de Juanito –aunque, para buenos, yo me quedo con Messi y Falcao-. Lo aclaro, no vaya a ser que…)…
Y es que ¡cómo han cambiado los tiempos! En esta España actual que condena por igual a la mujer que gasta del bolsillo ajeno poco más de cien euros en pañales y comida para su hija, que a la Pantoja por blanquear y gastar millones públicos (es decir, del bolsillo de todos los demás), hoy resulta que lo “políticamente correcto” es ser legal, colega. En ese sentido estamos como antes, eso es verdad; lo que pasa es que antes el que era legal lo era en todos los sentidos, y ahora sólo lo es para con los que también son legales… Legales para mentir sin miedo a la ley, para robar sin miedo a la ley, para matar sin miedo a la ley, para traicionar sin miedo a la ley, para embargar y despedir amparándose en la ley, para destruir familias en nombre de la ley, para extorsionar con la ley, para forrarse con la ley… Porque la ley son ellos, la ley la hacen ellos, y si no, la adaptan a sus necesidades, que una pequeña ayuda nunca viene mal. Y legales los hay rojos y azules, grises y verdes, que a mí no me engañan.
Pero es que el folklore nos va mucho, la Pantoja es la Pantoja, y a la Pantoja se lo perdonamos casi todo. Y digo “casi”, porque si fuera “todo” tendría derecho a compartir la mesa (que no la celda) con otros que es mejor no nombrar (no vaya a ser que…), y eso no puede ser. Otros que un tal Pepe, al que conocí hace años, asegura que ni mienten, ni roban, ni matan, ni traicionan, ni embargan, ni despiden, ni extorsionan, ni se forran ni, por supuesto, destruyen familias. ¡Que para familia ellos, oigan! ¡Y la familia siempre unida! ¡No me sean terroristas! (Y el folklore ni tocarlo, no vaya a ser que…).
“Qué risa me da esa falsa humanidad de los que se dicen buenos”, que decían Barón Rojo, y yo que me apunto. “No perdonarán mi pecado original de ser joven y rockero”, aunque si los que me tienen que perdonar son quien yo me imagino, prefiero que ni se me acerquen, que yo estoy muy tranquilo siendo un pecador de los grandes, y “si he de escoger entre ellos y el rock, elegiré mi perdición. Sé que al final tendré razón, y ellos no”. Y ¿saben qué? “Resistiré, resistiré hasta el fin”, siendo un rockero de los de toda la vida (qué le vamos a hacer si el Zara y H&M me dan alergia).
Aún así, después de todo, me quedo con lo que ya dijeron una vez Obús, y sin miedo le grito a quien corresponda “¡Que te jodan! ¡No voy a cambiar!”; “Va a estallar el Obús”, y yo estaré allí para ver cómo revientas. Mientras, prefiero seguir siendo “políticamente incorrecto”, es decir, honrado, trabajador y sincero. Tiene gracia ¿verdad? (aunque no nos dé la puta risa). Lástima que ahora sea menos divertido…