miércoles, 12 de junio de 2013

SUJETO Y PREDICADO

Amigos, soy un pecador. Sí, soy un pecador. Al menos es la conclusión a la que llego después de comprobar cómo mi vida se ha ido llenando en los últimos meses de otros pecadores (¡o no, que nunca se sabe, y no quiero ser yo quien los destape!) empeñados en recordármelo.
Y es que son todo señales: por ejemplo, yo no suelo escuchar la radio, porque ni hay música decente ni me gusta que me den disgustos (válgame la redundancia), pero para esos momentos de debilidad tengo sintonizada Rock FM en mi coche. Pues bien, resulta que cuando la enciendo ¡me sale Radio María! Que el primer día decía yo que claro, como Rock Fm es de la Cope, igual les pillé en la hora del Ángelus (oye, que los curas pueden hacer con su radio lo que quieran), pero después empecé a sospechar algo raro cuando rock, lo que se dice rock, tampoco sonaba…
Hay más: el otro día en el intercambiador se me acerca un tipo así, como no quiere la cosa… “Me querrá preguntar algo”, pensaba yo mientras Iron Maiden me deleitaban con su Seventh son of a Seventh son, así que me quité los cascos y con mi mejor sonrisa le digo “¿perdón?”… - “Que si crees en Dios”… (silencio… miradas cruzadas… silencio… levanto una ceja… me pongo uno de los cascos…) –“¡Vamos a ir todos al infierno! ¡Este país corrupto está condenado!” me espeta el tío… (me pongo el otro casco… “Seven deadly sins, seven ways to win, seven holy paths to hell, and your trip begins…”). ¿Por qué me mira todo el mundo como si fuera yo el que grita como un poseso? ¿Acaso tengo cara de asesino? (Porque entonces va a resultar que muchos me mienten, que me dicen que tengo cara de niño bueno…) ¿O de haberle agredido salvajemente? ¡Que yo no he hecho nada, oigan! ¡Que ha sido él el que me ha abordado cual vampiro sobre su presa, y ni le he levantado la mano! Que yo ya sé que este país está corrupto, huele muy mal y todas esas cosas. Y si vamos a ir al infierno al menos hagámoslo sonrientes y con tranquilidad, no se me agolpen, que yo llevo preparándome para ello muchos años escuchando heavy metal (al menos es lo que me quieren hacer creer, aunque yo sigo sin encontrarle la relación…), y espero tener ya puntos suficientes para hacer el viaje en primera clase (que en turista se me puede hacer eterno… y no es plan).
Tampoco me libro en el metro, que se está convirtiendo en una especie de galería de santones de lo más variado. Sí, es como la galería del terror del museo de cera, pero con más luz, que nunca viene mal en los tiempos que corren y no te puedes fiar de nadie…  Sin ir más lejos, ya he visto a varios que, micrófono en ristre, se plantan en los pasillos de las estaciones a cantar sus alabanzas, lo pecadores que eran y cómo Dios les salvó de una vida miserable. ¡Pues olé sus cojones! Que a los músicos hay que respetarles siempre, y a lo mejor están preparándose para el casting de La Voz, Factor X, Tienes Talento… ¡O Radio María! (¡que la Cope es la Cope!) Aunque tal vez deberían dedicar sus esfuerzos a hacer algo más productivo, que no está el horno para bollos. Al menos no dan la paliza; están ahí, a lo suyo, y aunque te echan a perder los mejores segundos del solo de guitarra que vas escuchando, tú también, a lo tuyo, no pasa a mayores (si no te intentan vender el disco que han grabado de manera chunga, chunguísima, en su casa con un ordenador cutre, claro… ). Mira que está mal el mundo de la música en esta ciudad…
Pero el que se lleva la palma es… ¡Hugo Chávez! ¡Sí, amigos! ¡Hugo Chávez se ha reencarnado en un tipo que predica en el metro a las 7:30 de la mañana! Pero además el Hugo Chávez más cáustico, el de “¡Aquí huela a asuffrreeee!” Verán, que cada uno puede hacer lo que quiera, pero por Dios (¡nunca mejor dicho!) ¿¡no puede hacerlo a media mañana, cuando ya estamos todos despiertos y desayunados!? ¿¡De verdad hace falta que me griten en la oreja a esas horas!? Cuando yo pensaba que era de los que madruga demasiado para ir a currar, resulta que otros lo hacen para ir a martirizar a los que van a currar… como una especie de castigadores divinos o algo así (sí, no me estoy refiriendo a los piquetes de los sindicatos, que también tienen lo suyo…). ¡Es que el tío no predica, impone! “¡Amigo, porque yo te voy a decir qué es lo mejor que tú vas a tener hoy! ¡Porque no es el trabajo! ¡No es el dinero! ¡¡No!!” Y esa voz… ¡Además reparte pasquines! (Cualquier día probaré con el infalible “¿¡Por qué no te callas!?”, ya que estamos…).
Y cuando creo que ya me he librado de todo este abuso sobre mi persona, un tipo me da un papel sobre no sé qué chamán que tiene los espíritus más rápidos… Me descojono… ¡Sólo me faltaba ir a verle para que me visite el Espíritu Santo en persona y me castigue por politeísta! Mejor lo tiro a la papelera…  o no, porque cuando miro encima leo un cartel: “Lectura e interpretación en grupo de la Biblia” ¡¡Pero qué coj,,,!! ¡¡Noooooooo!!
Vale, lo asumo, soy un pecador. ¡Pero soy un pecador amable que lo único que pretende es llegar a mi trabajo escuchando mi música en mis auriculares sin darle la brasa al que se me ponga al lado! ¡No es para tanto!
Por ello es ahora cuando recuerdo a mis profesores de lengua, cuando intentaban explicarme lo del sujeto y el predicado. Yo pensaba que era una forma muy rara de llamar a las partes de una oración, pero ahora le encuentro el sentido a todo: una oración se compone de sujeto (en este caso yo) y predicado (que es lo que cuentan los predicadores, de ahí su nombre). ¡Lo que se olvidaban de decir es que era a la fuerza! Ay, esa doble lectura…
Y digo yo: ¿tanto le cuesta a todos estos predicadores respetar la libertad de cada uno? ¿Acaso no puedo pensar yo algo diferente? ¿Ser diferente? ¿Creer en algo diferente? ¿Entender mis creencias de un modo diferente? Porque miren que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, y alguno está empezando a mear en mi tiesto. Eso, los leones, los tigres y los osos no lo perdonan jamás, y mi instinto animal está empezando a aflorar, así que tengan cuidado. ¿Acaso les doy yo la paliza a horas intempestivas para que se abonen al Atleti? ¡Porque eso también es una religión, y si no, pruébenlo! Al menos, peor que con la Iglesia no lo van a pasar…
En resumen, parece que a todos estos que tan buenos son, y tanto tienen que decir, se les olvida uno de los principios fundamentales de una democracia y de una convivencia: el respeto. Y el respeto incluye la libertad de pensamiento, y el no invadir la intimidad y el espacio vital de los demás. Señores, hay que dejar vivir; que cada uno lo haga a su manera, siempre y cuando respete al vecino de al lado. Y si cumple este requisito, a lo que dedique su tiempo libre es cosa suya, y de nadie más.
Yo no soy un santo, ni lo quiero ser, pero como sujeto ya me pueden sujetar bien, porque a este paso muy poco me queda para empezar, como los curas, a repartir ostias (¡Andanadas de hostias! Que decía Pazos; que el conceto es el conceto…). Pero de las que no están consagradas, que duelen más. Y si por ello voy al Infierno, espero encontrarme allí con todos los que piensan lo mismo que yo. Igual hace calor, pero lo pasaremos bien (¡Total, al fin y al cabo, es como pasar el verano en Benidorm!).

(Al tío Coco, In memoriam. ¡Buen viaje!)