miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS? (EN SUIZA, POR FAVOR)

¡Qué bien se vive en España! Cada día que pasa uno se da cuenta de que, el que no vive bien, es porque no quiere. Y lo digo de verdad. Lo que pasa es que, como en el cole, uno tiene que escoger bien la opción que quiere estudiar antes de llegar a la madurez, porque luego ya es tarde para rectificar. Como diría nuestra diputada Escudero… ¡me remito a las estadísticas! (Sí, mejor utilizar la frase en este contexto, porque como la dejemos donde estaba al final me cabreo, y no es plan, que se me calienta la boca…).
Ahora resulta que el famoso dicho de “¡Tonto el último!” se ha convertido en el santo y seña de un país que, cada día más, se está convirtiendo en el programa de variedades favorito de los espectadores europeos. Y es que lo que no ocurra aquí, no ocurre en ningún lado (¡y digo en ninguno, cuidado!). La única diferencia con la España de hace medio año es que, mira por dónde, como los de abajo ya somos tontos perennes por llegar siempre los últimos, han empezado a jugar entre los de arriba para ver si encontraban algo de diversión nueva, y ya vamos conociendo a los ganadores (es decir, los listos, claro).
Por un lado, tenemos a todos los miembros del gobierno (sí, los que siguen gobernando) involucrados en los célebres papeles de Bárcenas, ese díscolo tesorero que cobra en diferido: financiación irregular (o ¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Traducido: ilegal) del partido, malversación de fondos públicos, sobresueldos millonarios, donativos particulares, concesiones inmobiliarias, extraperlo, blanqueo de dinero… Sí, les han pillado. Qué mala pata. Pues nada, al trullo y elecciones anticipadas… ¿Elecciones anticipadas? ¿Cárcel? ¿Condenas? ¿Dimisiones? Naaaaaa, ¡¡que esto es España!! ¡A mí qué me cuentas! (Vale, cuenta, pero en Suiza, que si Hacienda se entera…).
Ni la Casa Real se libra, aunque haya donado su “Fortuna” para una subasta pública y una limpieza de cara (dura, se entiende). Si es que ya se lo decían al rey: ¡no te fíes de nadie que no sea de sangre azul, que al final te la lían! Y anda que no: Corinna con las trompas (las de verdad, las de los elefantes; que de otras trompas ya habrá tiempo de hablar), Urdangarín con Noos (con su empresa sin ánimo de lucro, quiero decir; la de Elloos)… tanto que la infanta tonta ha pasado a ser la lista, y la lista la… bueno, la mediática, porque después de la bajada de pantalones de los jueces (metafórica, no me malentiendan, que aunque estemos en crisis aún hay algo de dignidad), cualquiera se atrevería a decir lo contrario… Entonces, ¿condenas? ¿Imputados? ¿Cárcel? ¡Noooooooos! ¡¡que esto es España!! ¡A mí qué me cuentas! (bueno, cuenta, pero en Qatar, que allí no me conoce nadie. Y en Suiza ¡qué coño! Ya que estamos…).
¡Ah, ni la Iglesia! Que ya lo decía Jorge Manrique: “De la muerte nadie escapa… ni el rey, ni el rico, ni el Papa”, aunque más que la muerte en este caso es la suerte, con s de sigilo… el mismo con el que se han agenciado, en el último catastro, más de 4000 propiedades a precio de ganga. ¡¡Bueno, que se han comprado la Mezquita de Córdoba por treinta pavos, y se han quedado como Dios!! (perdón, no quería blasfemar; me ha podido la emoción). ¡¡Qué diablos!! ¡¡Que con esa hipoteca yo tendría el doble de metros cuadrados que de letra total, y en vez de eso tengo treinta años de penitencia, saetas incluidas!! (A todo esto… ¿la Mezquita no es –era- mía, al igual que del resto de españoles? Vamos, que como es –era- Patrimonio Nacional…). ¿Entonces pedimos cárcel o Infierno? Que yo de cosas de la Santa Sede sólo sé que el que manda es Papapaco y que tienen bulas a go-go (aunque debe ser lo segundo, porque en Madrid ya se ofertan plazas para exorcista de distrito, por si acaso). En cualquier caso una condenita a barrotes o fuego ¿no? ¡Naaaaaa! ¡Que esto es la Iglesia! ¡¡Y de España!! ¡A mí qué me cuentas! (bueno, cuenta, pero en el Vaticano, que allí no llega el fisco). Con la Iglesia hemos topado, Sancho…
¿Lo ven? ¡Qué bien se vive en España! Por eso les digo que hay que saber escoger adecuadamente, que con la nueva reforma de Educación ya hasta para ser ladrón se exige tener un título. Un título exclusivo de enseñanza privada, y con cierto punto romántico en su concepto, no lo vamos a negar (años treinta, un pobre chaval de los suburbios… un hombre rico, poderoso, que le acoge para que trabaje para él a cambio de enseñarle a ser alguien de provecho…). Un título que con la nueva reforma ha adquirido además mayor categoría, y del guante blanco se ha pasado al traje de Armani, que vende mucho mejor y aporta elegancia y reconocimiento público (ya se sabe, el marketing, que lo controla todo). Y sin embargo tiene algo que no me termina de convencer, fíjense. Me da que algo ahí no huele bien, y no alcanzo a saber qué es…
Pero entonces ¿quién pierde? Pues me temo que otra vez los mismos, que volvemos a llegar los últimos por incomparecencia. Es decir, que somos tontos de remate, porque mientras ellos juegan son siempre los más listos, y se van riendo de nosotros, que no jugamos, pero tampoco hacemos nada. Nada porque somos tontos, que tanto nos agachamos que se nos ve el culo (¡Chsst! ¡cuidado con los curas, que últimamente…!). Por eso mismo quizás, y sólo quizás, va llegando la hora de que pasemos a otra cosa…

martes, 7 de mayo de 2013

AGRICULTURA (O LA CULTURA QUE "IVA" PARA NO VOLVER)

“España es cultura”. Así reza el lema del portal web que el Ministerio de Cultura de este nuestro amado país (por el clima, la comida y la geografía, claro, que yo soy un patriota) ha creado para difundir la cultura y obra de nuestros artistas. O al menos eso dicen los que se hacen eco de la noticia, porque yo todavía ando con la mosca detrás de la oreja.

Y es que en realidad el portal se llama www.españaescultura.es, es decir, que lo de “España es cultura” no deja de ser una interpretación. Yo, visto lo visto, creo que lo que pone, de verdad de la buena, es “España escultura”. Y ahora que me convenzan de lo contrario. “España escultura”. ¡Qué bien suena! Bueno, sonar no suena, y menos con la que está cayendo… y ahora que lo pienso tampoco soy capaz de imaginarme la pinta que tiene la talla, pero ¡qué bien… lo que sea! ¡Si es español, tiene carácter! ¿O no?

¿Que por qué creo que lo que pone es “España escultura”? Pues por eliminación, ¡y no me ha hecho falta ni el comodín del 50%! Porque, sinceramente, creo que en este país la otra interpretación es, simple y llanamente, improbable (que no imposible, aunque fuera en otros tiempos). España tuvo (y tiene) cultura de la de El Gaitero (famosa en el mundo entero, ya saben –si es que hasta para la publicidad tenemos arte-), y a pesar de los continuos atropellos que nuestros gobernantes han ido cometiendo, ha logrado subsistir aunque fuera en el underground, en el infierno. Y como de Orfeos, afortunadamente, vamos sobrados, somos muchos los que seguimos bajando a encontrar a nuestra Eurídice. La diferencia está en que Orfeo sólo tuvo que bajar una vez, y en España nos están mal acostumbrando a frecuentar el subsuelo con la frecuencia con la que uno llega a casa para poder disfrutar de un remanso de paz. Y eso ya huele a chamuscado.

Es entonces cuando me acuerdo del término que mi buen amigo Carlos emplea para definir eso que tenemos en España: Agricultura. Así, como suena, aunque no se está refiriendo a la noble actividad de cultivar la tierra (de la que paradójicamente se ha vivido aquí durante mucho tiempo, mientras el resto de Europa se iba desarrollando). ¿O sí? Porque en realidad, si lo pensamos bien, aquí lo que se lleva y se fomenta desde hace mucho tiempo es la cultura del tomate, ese que se atraganta de sobremesa, se repite hasta por la noche y se reproduce en todas las cadenas de televisión. Agricultura, o cultura de lo agrio. Total, si ya hasta en los supermercados es todo de invernadero…

¿Y de quién es la culpa? Lo fácil sería echársela a los comensales, que ya se tragan cualquier cosa, pero lo cierto es que es de los que manejan el mercado, de los terratenientes, que se empeñan en hacer inaccesible el consumo de manjares que cabrían en cualquier gourmet del planeta. Estamos ante el éxodo de la cultura; una cultura que IVA para no volver, al menos hasta que cambien nuestros gestores.

Y digo esto porque, al mismo tiempo que lanzan www.españaescultura.es, deciden ponérselo “fácil” a los mismos artistas a los que dicen que están promocionando… y a todos los demás, suprimiendo lo único que nos acercaba al resto de países civilizados: el tipo de IVA reducido. No, no, no es que lo hayan quitado para no gravar las actividades culturales y facilitar su consumo a los mortales, sino que lo han suprimido para aplicar la tasa de los artículos de lujo, que para chorradas estamos. Aquí es donde mi amigo vuelve a tener razón: volvemos a la época de la agricultura mientras los demás crecen.

Veamos, comparando nuestro IVA reducido con el de los demás “socios” del cotarro, encontramos: Portugal, 13%; Rusia, 0%; Suiza, 2%; Luxemburgo, 3%; Holanda, Suecia y Bélgica, 6%; Noruega y Turquía, 9%; Finlandia, 9%; Grecia e Irlanda (¡países rescatados!), 9%; Francia, entre el 2,5 y 5,5%... España, 21% (y del salario medio ni hablamos…).

Pero es que claro, cuando tenemos una crisis de ingresos como la que tenemos, dar absoluta prioridad a la cultura habría mucha gente que tampoco lo entendería. Que conste que no lo digo yo (incluyendo los errores sintácticos), así que por favor no me hagan destinatario de sus tomates (otra vez la agricultura…). El ilustrado no es otro que nuestro ministro de educación y otros menesteres, el señor Wert, el mismo que subió sin tapujos el impuesto sobre los cuadernos escolares porque nadie puede decir si un cuaderno lo usa un niño de 6º de primaria o un arquitecto que tiene su estudio. No tendrá hijos, o no serán arquitectos (lo cierto es que no me extrañaría ninguna de las dos cosas, que lo de la burbuja inmobiliaria está muy mal visto hoy en día). Aunque les digo una cosa: igual es problema de cultura dentro del propio partido, porque cuando todos aplauden mientras el portavoz de la cueva de los ladrones (perdón, de Hacienda quería decir) advierte que hay que distinguir entre productos culturales y entretenimiento, me hace pensar que a todos ellos les convalidaron las clases sin dar un palo al agua (¡Coño! ¡Igual por eso están tan empeñados en recortar recursos educativos! Total, no hacen falta tantos profesores ¿no? Y si recortamos en cultura hay menos que enseñar…). Bueno, no seamos tan malos: igual el susodicho se ha caído De Guindos en un mal día (y otra vez entramos en el terreno de la Agricultura…).

Entonces ¿qué es cultura, y qué entretenimiento? ¿Acaso tienen que estar reñidos? Porque yo voy (IVA) al cine para entretenerme, voy (IVA) a museos para entretenerme, voy (IVA) a conciertos para entretenerme, voy (IVA) al teatro para entretenerme, voy (IVA) a espectáculos de danza para entretenerme… Claro que igual Meliès, Hitchcock, Buñuel, Picasso, Dalí, Gargallo, Beethoven, Judas Priest, los Beatles, Lope de Vega, Cervantes, Shakespeare, Calderón de la Barca o Nureyev, entre tantos otros, aspiraron demasiado alto pensando que lo que hacían era arte, cuando en realidad eran simples bufones. Que no, que no os enteráis: que hay que distinguir… ¡pero por si acaso, les “multan” a todos! ¡Que a ellos no se la dan con queso! Y parece que funciona, porque sólo en el último año ha descendido el número de espectadores en la nada despreciable cifra de 1,8 millones… ¡Así nos centramos en trabajar, que para eso nos pagan! (Ah, no, que de eso también hay que recortar…)

Dice la Constitución española (art. 44.1) que los poderes públicos deben promover y tutelar el acceso a la cultura al que todos tienen derecho. Pero hoy por hoy los menores siguen sin poder entrar a los conciertos, los soportes de música siguen tributando como artículos de lujo, los grandes museos han visto reducido su presupuesto hasta niveles de centros culturales de distrito, los teatros del gobierno no IVAn mientras los privados agonizan… ¿Será que la constitución es sólo para “todos” los que tienen derechos (es decir, para “los demás”)?

Tal vez deban plantearse su concepto de cultura, que lo que están promoviendo y tutelando no son actividades para formar a la sociedad de una manera constructiva. Tal vez, y sólo tal vez, piensan que como somos gilipollas nos vamos a conformar con simple entretenimiento, con los productos de consumo rápido que nos lanzan desde la televisión, con esos tomates transgénicos que nos intentan vender al precio de frescos (y dale con la Agricultura). Que si como Orfeo tengo que bajar al mismo infierno, pues bajo, pero no para ir al huerto, oiga. 

“España escultura”… “España inmóvil”…  “España no se mueve”… ¡Ah! ¡Creo que ahora lo entiendo! Pero para su conocimiento: cultura no es lo mismo que entretenimiento, ni estar jodido es lo mismo que estar jodiendo (ya lo dijo Cela, que algo de cultura aún me queda). ¡Carlos, qué razón tienes!

miércoles, 1 de mayo de 2013

POLÍTICAMENTE INCORRECTO


¡Qué tiempos aquellos en los que los rockeros éramos “políticamente incorrectos”!
Lo cierto es que tiene algo de gracia el asunto. El asunto, sí, porque el tiempo sigue avanzando al mismo ritmo que antes, y que yo sepa aún no han aprendido a manipularlo. Y gracia, sí, porque uno prefiere pensarlo como algo simpático (aunque en realidad no nos riamos ninguno) y llevarlo con pacifismo, que pasar directamente al modo americano, el de armas y masacre de por medio (que, ojo, igual sería lo más apropiado).
Y es que hablo de España; un país cuyo concepto de lo “políticamente incorrecto” era sinónimo de represión, de escarnio público y abusos privados (no vaya a ser que…); un país en el que lo “diferente” se pasaba por el tamiz de la “ley de vagos y maleantes” (no vaya a ser que…); un país en el que el rock era una amenaza para el bienestar social y, ya de paso, “pecado mortal” (no vaya a ser que…); un país en el que “rockero” era sinónimo de delincuente y drogadicto, y por lo tanto muy mala compañía para las hijas de los señores (no fuera a ser que…); un país repleto de patriotas y buenos cristianos (de los de antes, de los que rezaban y se vestían con la ropa de los domingos para ir a misa. Lo aclaro, no vaya a ser que…).
Resulta que cuarenta años después (¡Ah! ¿Pensaban que me refería a los años de la postguerra? ¡No, no! ¡Perdón si les llevé al error!), en esta misma España han pasado un montón de cosas: terminó la dictadura, llegó la transición, llegó la democracia, llegó el aperturismo, llegó la OTAN (¡bases fuera!), llegó la tecnología… muchas cosas, oigan, llegaron muchas cosas. Incluso llegó la “movida” (la de verdad, claro, la que realmente movió algo, porque de la que hablan ahora en los telediarios ni se tenían noticias entonces ni se tienen ahora -más allá del papel cuché-). La “movida” de los “políticamente incorrectos”, la de los “vagos y maleantes”, la censurada, la que apoyó un cambio político, la de los “rojos”… que luego fue traicionada por los “rojos” cuando consiguieron “su” poder (“su”, sí, porque tanto fue “su”, que nunca fue de “sus” ciudadanos; sí, “su” España en estado puro, no vaya a ser que…).
Entonces ocurrió, fíjense, que los “políticamente incorrectos” siguieron siendo “políticamente incorrectos”, y como en la canción, la vida siguió igual. Tiene su gracia (aunque no me ría).
Y es verdad que desde el año del Naranjito han pasado muchas cosas, pero desde arriba ninguna nueva: rojos, azules, rojos, azules, rojos, azules… tigres, leones, tigres, leones, tigres, leones… que decía Torrebruno. ¿Y nosotros? Nosotros, directamente, no jugamos. Lo que aún no sé es si no jugamos porque no queremos, o porque no nos dejan; que aquí nos gusta hacer mucho ruido, pero a la hora de la verdad, tenemos pocas nueces (que no cojones, no vaya a ser que…).
Y es que hablo de España; un país en el que hoy lo “políticamente incorrecto” ya no es ser rockero a la vieja usanza, sino salir a la calle a reclamar la soberanía del pueblo, de los ciudadanos, ante los abusos del poder (no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es defender nuestros derechos por encima de cualquier cosa (no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es no dejarse atropellar por los que tienen ansia de poder y de dinero, aunque sea a costa de la vida de otros (sí, de la vida, pero mejor callarse, no vaya a ser que…); un país en el que lo “políticamente incorrecto” es no querer que le tomen a uno por primo (por tonto, quiero decir, que los otros primos saben mucho… pero calla, no vaya a ser que…); un país en el que lo que mola es ser “diferente”, porque lo “diferente” se exhibe sin pudor en el zoo de la televisión a hora de máxima audiencia (eso sí, con cuidado del horario infantil, no vaya a ser que…); un país en el que lo que mola es ser “rockero”, pero eso sí, de Zara y H&M (no vaya a ser que…); un país repleto de ciudadanos decentes y buenos cristianos (de los de ahora, de los que dan con el mazo y se visten de blanco los domingos para rogar al Espíritu de Juanito –aunque, para buenos, yo me quedo con Messi y Falcao-. Lo aclaro, no vaya a ser que…)…
Y es que ¡cómo han cambiado los tiempos! En esta España actual que condena por igual a la mujer que gasta del bolsillo ajeno poco más de cien euros en pañales y comida para su hija, que a la Pantoja por blanquear y gastar millones públicos (es decir, del bolsillo de todos los demás), hoy resulta que lo “políticamente correcto” es ser legal, colega. En ese sentido estamos como antes, eso es verdad; lo que pasa es que antes el que era legal lo era en todos los sentidos, y ahora sólo lo es para con los que también son legales… Legales para mentir sin miedo a la ley, para robar sin miedo a la ley, para matar sin miedo a la ley, para traicionar sin miedo a la ley, para embargar y despedir amparándose en la ley, para destruir familias en nombre de la ley, para extorsionar con la ley, para forrarse con la ley… Porque la ley son ellos, la ley la hacen ellos, y si no, la adaptan a sus necesidades, que una pequeña ayuda nunca viene mal. Y legales los hay rojos y azules, grises y verdes, que a mí no me engañan.
Pero es que el folklore nos va mucho, la Pantoja es la Pantoja, y a la Pantoja se lo perdonamos casi todo. Y digo “casi”, porque si fuera “todo” tendría derecho a compartir la mesa (que no la celda) con otros que es mejor no nombrar (no vaya a ser que…), y eso no puede ser. Otros que un tal Pepe, al que conocí hace años, asegura que ni mienten, ni roban, ni matan, ni traicionan, ni embargan, ni despiden, ni extorsionan, ni se forran ni, por supuesto, destruyen familias. ¡Que para familia ellos, oigan! ¡Y la familia siempre unida! ¡No me sean terroristas! (Y el folklore ni tocarlo, no vaya a ser que…).
“Qué risa me da esa falsa humanidad de los que se dicen buenos”, que decían Barón Rojo, y yo que me apunto. “No perdonarán mi pecado original de ser joven y rockero”, aunque si los que me tienen que perdonar son quien yo me imagino, prefiero que ni se me acerquen, que yo estoy muy tranquilo siendo un pecador de los grandes, y “si he de escoger entre ellos y el rock, elegiré mi perdición. Sé que al final tendré razón, y ellos no”. Y ¿saben qué? “Resistiré, resistiré hasta el fin”, siendo un rockero de los de toda la vida (qué le vamos a hacer si el Zara y H&M me dan alergia).
Aún así, después de todo, me quedo con lo que ya dijeron una vez Obús, y sin miedo le grito a quien corresponda “¡Que te jodan! ¡No voy a cambiar!”; “Va a estallar el Obús”, y yo estaré allí para ver cómo revientas. Mientras, prefiero seguir siendo “políticamente incorrecto”, es decir, honrado, trabajador y sincero. Tiene gracia ¿verdad? (aunque no nos dé la puta risa). Lástima que ahora sea menos divertido…